Esos pequeños habitantes han vuelto a aparecer.
Se deslizan por la ventana como si de menudos mamíferos o
gigantes insectos se tratara. Son veloces y tímidos, y recorren distancias insalvables con
una destreza de la que tan sólo ellos son capaces. Los observo desde la distancia, no me ven. Ahora soy una
extraña para ellos y podrían asustarse al notar mi presencia.
El recorrido luz-oscuridad, realidad-sueño que cubren cada
día está marcado con sus huellas fugaces.
Hace años los tenía como amigos. Me visitaban en las largas
noches de primavera insomne y en las tardes de hastío de las épocas de
exámenes. Los había dado por perdidos, olvidados en el fondo de algún
cajón ingobernable, y cuál es mi sorpresa al descubrir que aún corretean por mi
ventana, mi dulce ventana de niñez y juventud, desvencijada y sola; que
persisten, pese a que el recorrido luz-oscuridad, realidad-sueño ha quedado
maltrecho por los años. En sombras, malherido, abandonado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario