martes, mayo 29, 2012


Esos pequeños habitantes han vuelto a aparecer.
Se deslizan por la ventana como si de menudos mamíferos o gigantes insectos se tratara. Son veloces y tímidos, y recorren distancias insalvables con una destreza de la que tan sólo ellos son capaces. Los observo desde la distancia, no me ven. Ahora soy una extraña para ellos y podrían asustarse al notar mi presencia.
El recorrido luz-oscuridad, realidad-sueño que cubren cada día está marcado con sus huellas fugaces.

Hace años los tenía como amigos. Me visitaban en las largas noches de primavera insomne y en las tardes de hastío de las épocas de exámenes. Los había dado por perdidos, olvidados en el fondo de algún cajón ingobernable, y cuál es mi sorpresa al descubrir que aún corretean por mi ventana, mi dulce ventana de niñez y juventud, desvencijada y sola; que persisten, pese a que el recorrido luz-oscuridad, realidad-sueño ha quedado maltrecho por los años. En sombras, malherido, abandonado.

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