Tú habitabas entonces una esquina del mundo que yo desconocía. Una dimensión nueva cubierta de realidades externas y multidisciplinares con cierto regusto a ciencia ficción. Una suerte de parajes inconcebibles donde no había lugar para casi nada más que la prisa y el dolor soterrado bajo letras enfáticas y pantallas de innumerables tamaños encendidas día y noche.
Yo, mientras tanto, investigaba los sueños, buscando brechas que condujeran a tu mundo, imaginando lugares comunes que partieran en dos el laberinto absurdo de la ciudad mojada, pero las pesadillas manipulaban mi descanso en razón directa a la lejanía de tus manos.
La noche se convirtió en mi enemiga, luchaba contra ella como lucha la tierra contra el hambre voraz de un torrente de agua, y sucumbía: cada noche vencía a mi voluntad quebrada por el miedo brutal de la soledad que acecha en las sábanas desplegadas sin más, entumecidas. El amanecer me arrastraba más allá de mí misma y golpeaba mi orden y mi capacidad de discernir, de decidir. Mis ganas de correr a cualquier sitio en busca de tu olor.
Ese entonces es ahora para mí y lo fue para usted en algún tiempo, pero no hoy, por nunca más.
Yo tergiverso flancos de palabras procurando que no me alcance el riesgo de perderme en mi cordura. Tratando de juntar altura y río, dibujando miradas en las vallas, imaginando siempre
un mientras tanto…
que me devuelva el tiempo,
el horizonte,
el verde.
2 comentarios:
Me quedo con el verde.
Un poco de verde, por favor.
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