Si quisiera matarla, no le importaría.
Si quisiera matarla, le resultaría indiferente que ella le hubiera clavado sus ojos casi transparentes sobre los suyos, que le hubiese escudriñado cuando él se pensaba oculto tras el humo de su cigarro, apoyado en el quicio de aquel portal ensombrecido. Le hubiera dado igual oír sus voz dando los buenos días, siendo noche aún.
Si quisiera matarla, le daría lo mismo que ella fuese capaz de ver el frío de aquella madrugada de enero marcándose sobre su piel. Simplemente esperaría a que continuase su camino, ofreciendo su espalda, y se apresuraría a taparle la boca con una mano, sujetándola mientras con el otro brazo, susurrando a su oído: “no te pasará nada si…”, y después llevársela lejos y dejarse llevar.
Una pena que matarla no entrara en sus planes.
5 comentarios:
Joder!
bonito!
un abrazo.
¿Una lástima?...
Tremendo, y lo peor es que está lleno de poesía.
Besos,
P.
En realidad, es un texto alegre.
En realidad, el complemento directo de "matarla" y "llevársela lejos" es "pequeña pieza de pan endurecida", y cuando él dice "no te pasará nada si..." ella responde "¡el caballito no!", pero él se lo lleva igualmente.
En realidad, sin embargo, ya se encargó la protagonista de ojos trasparentes de reventar al caballito antes de tiempo...
Joder lo que hay que hacer para revertir el mal rollo de algunos textos tuyos.
En compensación del esfuerzo exijo que hoy seas antitruculenta y escribas algo sobre cómo se inventó la rueda, el eje, el pinchito y la rueda con tomate.
(Me pregunto qué pensará de mí cualquiera que no seas tú, tras leer esto.)
Jajajaja.
Pobre caballito, un destino tan cruel para un ser tan precioso...
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