Siento el dolor como un puño que quiere salir a través de mi esófago.
He buscado salidas. Tantas salidas.
Cada día intento usar una careta, me disfrazo de mí. Una yo sombría y lúgubre que camina casi como una autómata. Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
Y así infinitas veces.
Para tus pensamientos. Todo el mundo puede hacerlo. Todo el mundo.
Todo el mundo.
Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
Todos pueden seguir.
Pensar en el futuro como un aliciente. ¿Qué será lo primero que hagas cuando...? ---- Imagínate la casa de tus sueños, el mar, la arena, el trigo picándote en las piernas.
Imagina la música latiendo en tus oídos, el olor de un abrazo, las risas de la gente a la quieres.
Viajo, por un instante, al paraíso futuro pintado del pasado.
Arenas movedizas son esas pesadillas que me indican que no hay ya nada más. Que todo ha terminado.
Céntrate en el presente. ¿Qué hay a tu alrededor? ----
Hay una primavera hermosa, apabullante, que rebosa la vida que a mí se me escapa de las entrañas. Hay olores, sonidos, colores que deslumbran. Está el mundo, en plena efervescencia. Hay lluvia gris que, a impulsos, reverbera en la lejanía y se cuela incesante para nutrir de vida a la vida existente.
Pero yo no estoy, yo no me veo.
Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
T O D O S L O H A C E N.
Pero todos no son hipermétropes y tienen los pies cavos. Todos no tienen grietas en las manos, ni lloran por casi cualquier cosa. No todos callan cuando les machacan, ni todos sienten que se han perdido a trozos en medio del camino. Todos no sienten que el hueco que ocupaban se va empequeñeciendo poco a poco, como Alicia al comerse el trozo del pastel.
Todos son valientes, aunque eso implique que a veces tienen miedo. Pero todos afrontan esos miedos. Tienes que coger el toro por los cuernos. Tienes que a p r e n d e r a tomarte las cosas de otra forma. Así no se puede vivir.
Es cierto, no se puede. Es agotador.
Estoy cansada. Estoy tan cansada.
Pero la mente jamás calla, ella siempre está ahí, es incesante. Tan persistente, tan engrasada en sus clavijas de perfecta torturadora.
Ahí viene de nuevo, con la muerte agarrada a su cintura, bailando un vals perfectamente acompasado, masacrándome con su imagen constante de dolor.
Ahí me desgarra, otra vez, con esas uñas retorcidas que me atraviesan la garganta.
Pero hay que seguir.
Aunque la Merche que se esconde tras las máscaras ya casi no existe.
Aunque sienta que en cada puente hay alivio y descanso, y paz.
Hay que seguir. Tienes que seguir. Puedes seguir.
Aunque imagine cada paso, las despedidas, el modo más inocuo.
Hay que seguir.
Todos dicen que hay que seguir, aunque ya no me reconozca en esa que recorre el camino que otros le marcan.
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1 comentario:
Gracias por la última frase. Para mí puede ser eso. Pero estoy haciendo algo en lo que sí me reconozco, algo que no todos pueden, algo que no todos quieren; algo sin aplauso, algo que no sigue hacia el lugar de todos. A escondidas, por tanto (cada vez menos); pero sin remordimiento, porque me reconozco. Y eso basta. Lo otro, a mí, no. Un abrazo.
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